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Cinco grandes cronistas del Siglo XX en Colombia

Violencia, periodismo y literatura

José Joaquín Jiménez

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José Joaquín Jiménez nació en Bogotá un 19 de diciembre del año 1915 en el seno de una familia de clase media: hijo del médico y abogado Rafael Jiménez Triana y María Antonia García.

Su abuelo materno fue el gran poeta y periodista José Joaquín Ortiz, importante miembro y fundador del partido conservador colombiano quien le heredó a Jiménez el amor por las letras. Sin embargo en el aspecto económico la herencia era nula, por lo que los Jiménez García tuvieron que luchar toda su vida por conseguir medios suficientes para subsistir.

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José Joaquín vivió desde los primeros años de su infancia la truculencia y la invención al ser fruto de una unión aún no bendecida por Dios, y la iglesia, lo que lo llevó toda la vida a mentir sobre su edad para conservar la virtud y honra de su madre.

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José Joaquín abandonó tempranamente sus estudios de bachillerato, en el Colegio Salesiano de León XIII, para colaborar con el sostenimiento de su familia. Gracias a la ayuda de los amigos de su padre entró como operario en la Imprenta Nacional. Allí logró desempeñar su labor con buenos frutos hasta que el gusano de la literatura se apoderó de él y se arriesgó a robar los tipos de la imprenta con el fin de publicar por su cuenta su primer libro de versos. Esta última empresa no fue llevada a cabo ya que fue descubierto y despedido de su trabajo.

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No pasó mucho tiempo para que el espíritu aventurero de Jiménez se manifestara y lo llevara a recorrer diferentes lugares de la geografía colombiana. Su travesía empezó en Puerto Liévano, Cundinamarca, donde ejerció como operario de carpintería; luego llegaría a Ponedera, Atlántico, donde ocupó el cargo de Celador de rentas departamentales, hasta llegar a San Andrés, como Oficial mayor del gobierno intendencial donde más tarde, con tan solo 16 años, sería promovido a Secretario.

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Gracias a estos viajes José Joaquín se preparó para lo que más adelante sería su carrera como reportero. Estas experiencias nutrieron su joven imaginación y su creciente deseo por pertenecer al mundo literario.

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Con tan solo 17 años y de regreso a Bogotá logra que el periódico Mundo al Día publique sus primeros ensayos periodísticos, relatos de viajes y unos cuantos versos. Entre estos últimos se encuentra el titulado Joropo del voluntario, verso que lo llevaría poco tiempo después, y en medio de una anécdota tan peculiar como él mismo, a trabajar en el periódico El Tiempo donde llegaría a ser conocido como el gran cronista Ximénez.

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En El Tiempo inició desde abajo en el oficio periodístico, primero como corrector de pruebas, más tarde sería redactor de las Sesiones de la Asamblea Departamental y finalmente llegaría a ocupar el puesto de cronista principal en la sección de judiciales. José Joaquín fue reconocido por su trabajo en esta sección, gracias a su estilo poético y gran sentido del humor que trascendió las páginas de crónica roja.

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El estilo culto y la narrativa envolvente de Jiménez lo habían convertido en un gran cronista, pero por encima de su talento los lectores y colegas le celebraban su capacidad para inventar hechos en torno al crimen y los suicidios que cubría en la ciudad y sus alrededores. Una famosa anécdota del cronista gira en torno a un terrible bandido que azotó la ciudad en el año de 1934. El Rascamuelas, como era conocido el malhechor en cuestión, fue el terror de ciudadanos, comerciantes y policías. Llegaron a tal punto las andanzas atribuidas al bandido que el comandante de la policía, General De León, se puso al frente de la investigación y llevó a cabo importantes operativos para capturarlo. Sin embargo, detrás del buscado Rascamuelas no estaba más que la picara e imaginativa pluma de Ximénez.

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José Joaquín es recordado por ser un cronista divertido, lleno de ingenio y poesía pero sobre todo por ser un buscador incansable de la noticia, por ser un profesional que se tomaba muy en serio su labor y por estar siempre dispuesto a hacer parte de las investigaciones de los muchos suicidios que acontecían en el Salto del Tequendama, aun cuando esto significaba arriesgar su propia vida.

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José Joaquín murió el 6 de Febrero de 1946 de edad en la ciudad de Bogotá a causa de una neumonía que pescó, en una de sus tantas travesías al Salto de Tequendama, en busca de la primicia.

Ximénez

José Antonio Osorio Lizarazo

José Antonio Osorio Lizarazo nació el 30 de diciembre de 1900 en el barrio de Las Nieves en la ciudad de Bogotá y se graduó de bachiller en el colegio de San Bartolomé en el año de 1916 gracias a los esfuerzos de su padre, un humilde carpintero, que buscaba la mejor educación para su familia.

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Osorio Lizarazo pese a los deseos de sus progenitores de ofrecerle una educación universitaria y por ende mejores oportunidades de vida se fue en búsqueda de aventura a Caldas y fue así como terminó trabajando en varias minas de oro y en fincas cafeteras de la región.

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Su primer trabajo periodístico fue sobre el General Benjamín Herrera para un periódico en Manizales, esta primera colaboración le abrió las puertas para escribir editoriales en diferentes medios de la ciudad. El éxito de esta primera labor periodística le hizo tomar la decisión de fundar su propio periódico sin embargo muy pronto se dio cuenta del fracaso de su empresa y decidió regresar a Bogotá.

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En su retorno a la capital se encontró con que el recién fundado diario Mundo al Día era propiedad de su amigo el poeta Delio Seraville y de Arturo Manrique y ve ante sí la oportunidad de seguir ejerciendo su nuevo oficio. Osorio de 23 años empieza entonces a colaborar en el diario con un folletín que daba cuentas de la sociedad bogotana y sus extravagantes personajes. Para estas crónicas el escritor se convirtió en una suerte de detective de la sociedad capitalina: formulaba hipótesis, dejaba preguntas abiertas con la intención de abrir el camino de la reflexión pero sobre todo retrataba la cara más oscura de la ciudad, característica que se vería reflejada en su trabajo literario años más tarde. Las crónicas del Mundo al Día fueron reunidas en 1926 y publicadas en el libro La cara de la miseria. Osorio Lizarazo se movió a través de los más importantes diarios de la capital dejando en todos ellos un estilo realista que buscaba mostrar la vida y el dolor del pueblo con una narrativa rica en metáforas crudas y una crítica mordaz que en ocasiones rayaba en lo grotesco.

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En mayo de 1929 Osorio Lizarazo escribe para la revista Cromos el reportaje Conversando con Esteban Huertas quien fue General en la Guerra de los Mil Días y un importante protagonista en las estrategias secretas que desencadenarían la separación de Colombia y Panamá. Juan José Hoyos en La Pasión de Contar (2009) reseña este reportaje como una magistral pieza de ironía y belleza; como un relato escrito con un estilo limpio, reposado, preciso, inteligente, y a la vez lleno de ironía y color.

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Sus publicaciones más importantes fueron consignadas en el periódico El Tiempo, en el Semanario Sábado, en El Diario Nacional y en el periódico Jornada, medio que promovió y difundió el movimiento liberal de Jorge Eliecer Gaitán.

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En la vida de Osorio Lizarazo el ejercicio del periodismo siempre estuvo de la mano con la literatura, una y otra disciplina se nutrieron y compaginaron gracias a las experiencias investigativas y narrativas que compartían. Quizás por esto la crónica fue el género periodístico en el cual más cómodo se sintió y el que lo llevo a recorrer el mundo.

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Si bien en la mayoría de sus obras Bogotá es la protagonista, no se puede negar la cercanía del escritor con la ciudad de barranquilla lugar donde escribió: La casa de la vecindad, El criminal y La cosecha. Barranquilla también fue el lugar donde situó su novela Barranquilla 2132 una de las primeras novelas pertenecientes al género de la ciencia ficción en el país.

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En 1952 se publicó Los días del odio, documento que registra lo vivido el 9 de abril de 1948 con el asesinato de Gaitán y el levantamiento del pueblo, esta obra es una de las más conocidas de José Antonio y quizás la mejor aceptada por la crítica.

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En sus últimos años se dedicó a la vida diplomática fuera del país, lo que combinaba con la labor de corresponsal para diferentes medios periodísticos. Junto a su trabajo como cronista Osorio Lizarazo fue un prolífico novelista cuyo tema principal fue la ciudad de Bogotá, la desigualdad social y la política.

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En 1960 regresó al país, después de publicar en Chile el que sería su último trabajo periodístico: Colombia, donde los Andes se disuelven. En 1962 Esso, empresa petrolera, patrocinadora del Premio Nacional de Novela le otorgó el más alto reconocimiento por su novela El Camino en la sombra.

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Entre sus novelas se encuentran: Hombres sin presente: novela de empleados públicos (1938), El hombre bajo la tierra (1944) y Garabato (1939), entre otras. José Antonio Osorio Lizarazo murió el 12 de Octubre de 1964 en la ciudad de Bogotá.

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Lizarazo

Felipe González

Toledo

Felipe González Toledo nació en Bogotá el 27 de Julio de 1911 en el tradicional barrio de La Candelaria en la ciudad de Bogotá donde su padre Felipe González Camargo, pariente del Presidente Alberto Lleras Camargo, y su madre Emilia Toledo habían vivido toda su vida.

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De su abuela paterna nació en su niñez el amor por la lectura y la escritura, pasiones que lo llevaron a leer mucho antes de ingresar a estudiar al Colegio de La Salle. Cuenta Luis Carlos Adames, en Periodistas, violencias y censura, que Toledo a los 12 años creó un periódico familiar con la ayuda de uno de sus primos, este gesto infantil se consolidó años más tarde y lo llevó a ser uno de los grandes reporteros del país.

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A los 18 años se trasladó a Barranquilla y allí ingresó a las filas del diario La Prensa bajo la supervisión y consejo de José Antonio Osorio Lizarazo quien en ese entonces se desempeñaba como Jefe de Redacción.

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Su carrera se desarrolló en los diarios El Liberal, La Razón, El Espectador, El Tiempo y el Semanario Sucesos del cual fue fundador y editor durante la dictadura del General Rojas Pinilla.

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Más allá del número de crónicas que escribió González Toledo durante su carrera o del reconocimiento que algunos periodistas y escritores le han hecho a lo largo de los años, es necesario dejar en claro que él más que un cronista era un verdadero historiador, no solo por sus cualidades investigativas sino también por su capacidad de fijarse en el pequeño detalle, ese que pasa desapercibido, y convertirlo en la memoria de un lugar, una persona o un hecho criminal. No hay que olvidar que gracias al ojo perspicaz y a la pluma certera de González Toledo el detectivismo de la época logró acercarse a la verdad a la hora de resolver crímenes y atrapar malhechores.

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La cumbre de su carrera como cronista se desarrolló en el Semanario Sucesos. Allí su pluma pudo desplegarse sin temor a la censura y con la maestría investigativa y estilística que siempre lo caracterizó. Es considerado el más grande representante de la crónica roja al ser el relator de las crudas historias criminales ocurridas en los años cuarenta y cincuenta del siglo XX en la capital del país, entre estas El Bogotazo. Una muestra de este trabajo fueron las crónicas escritas en torno al asesinato de Gaitán y las investigaciones que del mismo se realizaron, estas crónicas aparecieron en el año 1956 en el semanario Sucesos.

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A pesar de que su fama llegó con la crónica roja, el cronista no solo se dedicó a escribir sobre el crimen. González Toledo fue un retratista de Bogotá y sus habitantes, en sus relatos se puede encontrar un fiel testimonio de los lugares icónicos de la capital, de los personajes característicos de la época y de los cambios que sucedieron a lo largo de los años de labor como observador y escriba de la ciudad. A pesar de los problemas visuales que lo aquejaron en los últimos años de vida su memoria y su estilo estaban intactos, esto le permitió escribir cerca de una década las secciones Hace 25 años y Hace 50 años en el periódico El Tiempo.

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Felipe González Toledo contrajo matrimonio con Elvira Mariño y de este hogar nacieron cuatro hijos. Fue uno de los fundadores del círculo de periodistas de Bogotá y hasta sus últimos días escribió crónicas. Murió el 31 de agosto de 1991 a los 80 años de edad tras haber trabajado 61 años en el oficio periodístico.

González Toledo

Pedro Claver Téllez Téllez

Pedro Claver Téllez Téllez nació el 28 de octubre del año 1941 en Jesús María en el departamento de Santander. Su primer contacto con la muerte fue el 9 de abril de 1948 cuando la violencia se tomó su pueblo y los liberales enloquecidos por el asesinato de su caudillo se enfrentaron a los conservadores.

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En los años 50 y huyendo de la violencia que azotaba la región, Gonzalo Téllez Ruiz, dirigente del partido liberal, su esposa Sara Catalina Téllez Melo y sus 5 hijos, entre ellos Pedro de 9 años, abandonan su pueblo natal después de haber sido perseguidos y amenazados de muerte tras la locura de abril de 1948.

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En busca de nuevas oportunidades llegan a Bogotá, ciudad que los recibe con ruido, contaminación e incomodidades, lejos quedan el campo y los amigos pero también los horrores de la guerra partidista que por poco les cuesta la vida.

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A Pedro la guerra y la ciudad lo afectaron profundamente, sin embargo encontró en la bicicleta más que un medio de transporte, una pasión. Fue así como a los 18 años participó en una Vuelta a Colombia junto a Rubén Darío Gómez y el Pajarito Buitrago.

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Gonzalo Téllez ya era un hombre mayor cuando nació Pedro sin embargo su edad no fue un obstáculo para ser una de las grandes influencias en la vida y las novelas de su hijo. Si bien fue campesino de oficio también se caracterizó por ser un ferviente liberal, un gran lector y un maravilloso narrador de historias sobre la guerra de los Mil días y la época de La Violencia. Estas historias, años más tarde serían el motor que impulsaría a Pedro a escribir las hazañas de los bandidos que azotaron el país en los años setenta y ochenta del siglo XX.

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El bachillerato lo cursó en el colegio José Joaquín Caicedo, lugar donde dio sus primeros pasos en el oficio periodístico gracias al periódico mural , medio de comunicación donde Pedro era uno de los más fervientes colaboradores.Entre sus escritos se encontraban poemas, cuentos y una sección que él bautizó cartas a mis amigos.

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Después de culminar sus estudios secundarios Pedro inició estudios profesionales en Derecho, Economía y filosofía en diferentes universidades de Bogotá pero no terminó ninguno de ellos. Sin embargo gracias a Hernán Téllez, primo de su madre y colaborador del periódico El Tiempo, se aficiona por el periodismo y se dedica a estudiarlo empíricamente.

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Comenzó su carrera en la ciudad de Cali como cronista en el periódico conservador El Occidente donde por problemas de orden ideológico fue despedido. Luego se iría a trabajar al periódico El pueblo como editor nocturno, luego pasaría a ser jefe de información y tiempo después jefe de redacción. Aquí trabajó con Daniel Samper, recorrió todo el país y empezó a destacarse como uno de los grandes del género de la crónica. Fue en El Pueblo donde Pedro inició sus reportajes sobre el narcotráfico y la guerra de las esmeraldas.

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Luego  trabajó en la Revista Cromos donde se convirtió en uno de los principales colaboradores. Fue en esta época donde empezó a investigar a Carlos Lehder, uno de los capos del narcotráfico colombiano de los años ochenta, de la mano del General Rosso José Serrano. Sus crónicas sobre Lehder fueron publicadas en la revista junto a fotografías de su familia, asunto que enfureció al capo y le trajo a Pedro un atentado que casi le cuesta la vida. Después de este episodio se exilia en México.

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Dejó su trabajo en Cromos años más tarde para escribir sobre uno de los bandidos que más lo ha obsesionado y quien además era un pariente lejano Efraín González Téllez; fruto de quince años de investigación y otros tantos de escritura son los libros Efraín González: La dramática vida de un asesino – asesinado (1993) y El mito de Siete Colores: seis relatos en torno al bandolero Efraín González(2011).

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Pedro ha sido periodista, profesor, guionista de cine, historiador, investigador y un lector compulsivo. Entre los libros de crónicas que ha publicado se destacan: Biografía del disparate (1988) y Crónicas de la Vida Bandolera (1987) y Verde: la historia secreta de la guerra entre los esmeralderos (2011).

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Pedro Claver Téllez es el único de los cinco cronistas que hace parte de este estudio que aún se encuentra con vida.

Claver Téllez

Ismael Enrique Arenas

El Flaco Arenas como era conocido Ismael Enrique Arenas nació en Zapatoca, Santander en el año 1915. Estudió su bachillerato en el colegio San Pedro Claver en Bucaramanga, lugar en el que apareció su pasión por el periodismo. Fue ahí donde el flaco junto a un compañero de clase empezó la redacción de la página estudiantil del diario Vanguardia Liberal, hecho que marcó su vida y su cercanía con la escritura, y lo que más tarde lo llevaría a ser uno de los grandes exponentes de la crónica roja en el país.

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En 1936 salió de Santander rumbo a la capital del país, su destino eran las oficinas del diario El Tiempo y una carta de recomendación de su hermano Antonio Vicente Arenas, Director de Vanguardia Liberal, su boleto de entrada a la sala de redacción.

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Arenas desde el primer día estuvo en las noticias judiciales y con el tiempo llegó a ser redactor de la sección y maestro para aquellos que siguieron sus pasos. El Flaco Arenas trabajó 56 años y seis meses en el periódico El Tiempo. Murió el 26 de enero de 2002 a los 87 años.

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El Flaco Arenas, a diferencia de otros protagonistas del género, continúa siendo una incógnita pese a ser considerado por estudiosos del género en Colombia, Juan José Hoyos y Mary Luz Vallejo Mejía, como uno de los grandes exponentes.

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La obra de Ismael Enrique Arenas se encuentra sumergida bajo el anonimato de la sección de sucesos ya que para la época era común que los reporteros y cronistas no figuraran como autores de los relatos que aparecían en los periódicos.

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Arenas

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